
Todo lo que deseas está al otro lado del miedo.
El otro día pregunté en Facebook, si no tuvieras miedo, ¿Qué harías? Las respuestas variaron unos dijeron que serían libres, otros viajarán, otros tatuarse, etc., y algunos más simplemente le dieron me gusta, pero segura estoy de que quedó en ellos la reflexión, y al hacerlo yo, descubrí que tenía muchos miedos, que la pregunta era difícil de contestar, pero que también algunas veces es más lo que imagino que pasa, que lo que en realidad sucede, pero también pensé en todos los sueños que luego dejó de lado simplemente por el miedo.
Hace un par de días encontré un artículo de Demían Bucay, que precisamente hablaba de los miedos, de la importancia de conocer cuales son los que más nos dominan y el saber que recursos se pueden desarrollar para vencerlos, me permito transcribirlos, descubrirás que una o más veces en tu vida los has experimentado y quizás uno es el que más te persigue:
RECHAZO
¿Qué significa ser rechazado? Significa, claro está, no ser elegido. A partir de esta definición ya podemos entrever lo que de absurdo hay en este miedo. Porque, entonces, temer ser rechazado implica pretender ser elegido siempre. Y esto es, por supuesto, una expectativa desmedida. La clave está en comprender que el rechazo del otro no habla de mí, sino de él. Habla de sus gustos y preferencias, no de mi capacidad para ocupar ese lugar. Que alguien sufra un rechazo romántico, por ejemplo, nada dice sobre lo deseable o no de esa persona, no es un indicador de que ha hecho algo mal o de que es insuficiente en algún sentido. En todo caso, lo que dice es que las expectativas del otro iban en sentido diferente. Pero ni podemos ni debemos adaptarnos a ellas para ser aceptados.
POBREZA
El miedo a la pobreza apunta, inequívocamente, hacia la gran importancia que tienen las posesiones para una persona. Son dos los movimientos que se imponen frente a este miedo. El primero es aprender a vivir con menos. Si nos detenemos a pensar, veremos que las cosas materiales realmente indispensables son pocas, y es importante discriminar estas cosas fundamentales de las accesorias. Vale la pena hacer el ejercicio de ir perdiendo mentalmente nuestras cosas una a una, para, hacia el final, encontrar aquellas que sería más importante retener. El segundo movimiento es desarrollar nuestra capacidad de generar. Si lo único que puedo hacer es tener, siempre temeré que un azar me dé un golpe y me haga perderlo todo. En cambio, sí confío en mi capacidad de producir, no tendré miedo a los vaivenes porque contaré conmigo mismo para generar lo que necesito.
FRACASO
El miedo al fracaso es un tanto tramposo, ya que en realidad no se trata del temor de no conseguir lo que deseamos; cuando alguien teme al fracaso, la imagen que viene a su mente es la de la vergüenza frente a los otros. Es la mirada reprobatoria de los otros, unidos en un tribunal impiadoso, frente a lo que el temeroso del fracaso huye. “Fracasar”, en este sentido, se convierte rápidamente en “ser un fracasado” y esta es una de las principales creencias que debemos desandar para perder este miedo. Debemos comprender que “fracasar” (en el sentido de fallar, de errar, de no conseguir lo que esperábamos) es absolutamente inevitable, pero que eso no nos convierte en personas despreciables o indignas. El fracaso es una parte esencial e ineludible del aprendizaje, una oportunidad de crecimiento…
ENFERMEDAD
Este miedo nos remite a un temor más amplio y arcaico: el miedo a la incapacidad. La perspectiva de una enfermedad nos enfrenta al “no poder”. Nos imaginamos no pudiendo caminar o ver y ello nos aterroriza, Incluso restricciones menores pueden producir un efecto similar: no poder practicar el deporte que nos gusta, no poder comer lo que se nos antoje… Pero, ¿Acaso no tenemos, aún en salud, restricciones?, ¿Podemos comer lo que nos apetece a todas horas?, ¿Puede alguien, incluso un deportista, hacer esfuerzo físico sin límite? Por supuesto que no. El miedo a la enfermedad nos habla de una dificultad en soportar la impotencia y, como contracara, nos invita a trabajar sobre nuestra omnipotencia, a reconciliarnos con nuestras limitaciones.
ABANDONO
Si la imagen de un abandono nos atemoriza o nos persigue como una fantasía, es evidente que se debe a que la ausencia de esa persona implica una gran amenaza para nosotros. Entrevemos que no sabríamos cómo vivir sin él o ella. Es de suponer que hemos ido depositando la satisfacción de muchas de nuestras necesidades en esa persona. Dicho de otro modo, nos hemos vuelto dependientes. Pero al mismo tiempo —lo que es más relevante—, este miedo señala un deseo de salir de esa situación. ¿Y cómo se sale de la dependencia? Diversificando las personas o lugares en los que buscamos la satisfacción de nuestras necesidades, incluyéndose entre ellos. De esa manera, la perspectiva de que alguien nos deje no será tan devastadora, porque todavía contaremos con otros en los que podremos encontrar lo que nos hace falta: cobijo, reconocimiento, aliento.
MUERTE
Este es, posiblemente, el más arquetípico de todos los miedos. La muerte, el enemigo invencible ante el que todos habremos de sucumbir. Paradójicamente, esto tendría que redundar en que le tuviésemos menos miedo. La incertidumbre respecto de la muerte no está en el hecho de morir sino en cuándo sucederá. Lo que podría producir un justificado temor es que nos llegará demasiado pronto. ¿Y qué sería demasiado pronto?, antes de haber vivido lo que queremos vivir. Este es, creo, el aprendizaje al que nos lleva este miedo universal: empeñamos en vivir como queremos y experimentar lo que anhelamos. El miedo a la muerte se conjura viviendo, y su aparición de modo punzante puede alertarnos de que no lo estamos haciendo del modo o con la intensidad que querríamos.
Coincido con Damián, explorar a qué corresponden los miedos es el primer paso para desarrollar los recursos que nos permiten vencerlos, y algo que es evidente, el miedo estará siempre presente en nuestras vidas, lo importante es que éstos no sean más grandes que nuestros anhelos, y que si los enfrentamos dejarán de perseguirnos.
El miedo es una reacción, el valor y coraje una decisión, tengamos el valor, la fe y la decisión de que nuestros sueños sean más grandes que los miedos que nos invaden, y no permitir que el miedo sea el que controla nuestra vida, y ahora te hago una pregunta a ti, si no tuvieras miedo Qué harías?.
“No hay camino más difícil que el que por miedo, no te has atrevido a recorrer”
¡Conoce a quien escribe!
Gaby Ávila – Abogada con el grado en maestra en administración de justicia, mujer potosina del año 2013, embajadora de la Paz 2020, mediadora, facilitadora, capacitadora, formadora en justicia restaurativa, círculos restaurativos, círculos de sanación, coach de vida, desde hace más de 18 años. Presidenta y fundadora de CONEPAC, AC. (Colegio para la Negociación Pacífica de conflictos) asociación promotora de la paz social, desde hace más de 12 años, donde además se trabaja en la prevención y resolución de conflictos, el desarrollo humano y la Inteligencia Emocional para una vida pacífica y sana. Pionera en San Luis Potosí, en el tema de Mediación y Conciliación, razón por la cual presentó en el Congreso del Estado la primera ley de mediación y conciliación, que es la que actualmente rige. Es Coach ontológico y coordinadora del consejo de participación ciudadana por la seguridad de San Luis Potosí, conformado por las cámaras y sindicato empresarial) y la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, donde ha realizado acciones en pro de la sociedad y en especial en el CEPRERESO, donde trabaja directamente con las mujeres internas en programas de justicia restaurativa, equidad de género, resolución de conflictos, círculos de paz, desarrollo humano, inteligencia emocional lo que impacta en su reinserción social.